Había una vez un león que atrapó a un ratón en su garra. El ratón, temblando de miedo, le suplicó al león que lo dejara ir. El león, con una risa burlona, dijo: «¿Qué puedes hacer por mí, pequeño ratón? No eres más que una molestia para mí».
Pero el ratón, astuto como era, le dijo al león: «Un día, te agradeceré por dejarme ir. Te mostraré que aun los más pequeños pueden ser útiles».
Algún tiempo después, el león se atrapó en una trampa y estaba atrapado. El ratón, que todavía se acordaba de la promesa del león, vino a su rescate y mordisqueó las cuerdas hasta liberarlo.
El león, sorprendido por la valentía y astucia del ratón, reconoció su error y aprendió a no subestimar a nadie, independientemente de su tamaño o apariencia.
La moraleja de la fábula es que nunca debemos subestimar a alguien por su tamaño o apariencia, ya que pueden tener habilidades y recursos que resulten útiles en un momento dado.