Había una vez en un bosque muy lejano, una pequeña ardilla llamada Nut. Nut era muy inquieta y siempre estaba buscando aventuras en el bosque. Un día, mientras jugaba en un árbol, vio a una mariposa hermosa y colorida volando a su alrededor. Nut se emocionó y decidió seguir a la mariposa para ver adónde iba.
La mariposa voló más y más lejos, y Nut corrió detrás de ella sin descanso. Finalmente, la mariposa se detuvo en una pequeña cueva en la base de un árbol. Nut estaba un poco asustada, pero decidió entrar en la cueva para ver qué había adentro.
Dentro de la cueva, Nut encontró un pequeño tesoro. Había monedas de oro, piedras preciosas y otros objetos valiosos. Nut estaba sorprendida, nunca había visto tantas cosas brillantes juntas. Pero cuando intentó recoger una moneda de oro, se dio cuenta de que estaba atrapada. Había una trampa en el suelo y su pata estaba atrapada.
Nut estaba asustada y no sabía qué hacer. La mariposa voló hacia ella y le dijo: «No te preocupes, Nut, te ayudaré». La mariposa se posó sobre la trampa y comenzó a batir sus alas. Pronto, una pequeña ráfaga de viento sopló la trampa hacia afuera y Nut pudo escapar.
«¡Gracias, mariposa!», dijo Nut, aliviada. «Pero ¿cómo puedo agradecerte?»
La mariposa sonrió y dijo: «No necesito nada, solo quiero que sigas explorando y descubriendo cosas nuevas. Eso es lo que te hace feliz, y eso es lo que te hace especial».
Nut estaba feliz de escuchar eso, y prometió a la mariposa que siempre exploraría el bosque y descubriría cosas nuevas. Con eso, la mariposa desapareció y Nut comenzó a explorar el tesoro de la cueva. Pero en lugar de llevarse cosas valiosas, decidió dejarlas allí para que otros animales pudieran disfrutarlas también.
Desde ese día, Nut se convirtió en la exploradora del bosque. Descubría nuevos lugares y ayudaba a otros animales a escapar de trampas y peligros. Recordaría la sabia lección que la mariposa le había enseñado: que la felicidad no está en las cosas materiales, sino en la exploración y la aventura.
Y así, Nut vivió feliz para siempre en su querido y maravilloso bosque.
¡Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado!
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